Comenzó practicando atletismo y ejercicios caseros. Su disciplina y empeño lo llevaron a ganar el Campeonato Nacional de Fisicoculturismo “Mister Perú”.
MISTER MÚSCULO
Son las siete de la mañana. Hoy le toca entrenar pecho y espalda, las mancuerdas y barras lo esperan, pero también la melancolía y el recuerdo de lo que pudo lograr. Un sueño que hoy vive en sus pupilos. Un sueño que hoy trata de revivir.
POR: ANTERO GARGUREVICH F.
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El tema “Burning Heart de Survivor” (Tema de Rocky IV) se escucha de fondo en la radio. El escenario, un gimnasio ubicado en el tercer piso de una casa en Chorrillos. El ambiente suma sudor, gemidos y el infaltable sonido de los fierros chocando entre ellos. Entre los asistentes no existen nombres, solo un apelativo que los califica como apasionados de la anatomía humana. ¡Maseta!, ¡Vamos Maseta! …
El gimnasio se llama “Luis Calderón” y su nombre viene en retribución a su fundador y aún instructor. Para nosotros es Lucho o Luchito, que con sus 46 años aún mantiene la fuerza para levantar las pesadas mancuernas de 100 kilos con la misma facilidad con las que levanta los discos de 25, cada una con un solo brazo.
Vivió su niñez y adolescencia entre ladrones y drogadictos del barrio de Renovación, en La Victoria. En su último año de secundaria, se percató que la mitad de su aula ingresó al Centro Juvenil de Rehabilitación de Lima, conocido como “Maranguita”. Él quería ser diferente y decidió escoger otro camino. Una ruta llena de esfuerzo y disciplina llamada deporte.
Empezó con un entrenamiento casero de planchas y abdominales, luego le sumó la natación. Lucho tenía la costumbre de surfear las grandes olas de la playa Makaha en la Costa Verde. Sin tablas, y ningún tipo de accesorio para mantenerse en flote el joven atleta desarrollo su resistencia para los ejercicios que exigían su cuerpo. Como era de esperarse, los resultados no se hicieron tardíos y llegaron inmediatamente.
Un día un hombre se le acercó y lo invitó a una competencia de fisicoculturismo con la finalidad de motivarlo a competir. Para su sorpresa Lucho nunca ingresó a un gimnasio y el producto de su atlético cuerpo solo fue la fusión de ejercicios caseros y la natación. Esta respuesta, impulsó más la tarea de aquel hombre quién le ofreció entrenar en su gimnasio en Surquillo. Es ahí donde inicia la historia de nuestro campeón.
Distintas personas interrumpen nuestra conversación. Todos quieren que Lucho los ayude a realizar un correcto ejercicio de polea, press o sentadillas. Él gustosamente frena la plática, y de una manera didáctica empieza a dar cátedra muscular. Al terminar, recuerda que tiene que facilitarle un pomo de carbohidratos a uno de sus pupilos. Cuidadosamente hecha el suplemento en una botella de agua y regresa hacia mí para poder continuar.
La primera competencia de fisicoculturismo en la que participó fue la del “Mister Hércules” a nivel metropolitano. Curiosamente la ganó con tan solo tres meses de entrenamiento. Me confiesa que en su época de competidor nunca tomó esteroides y drogas que estimulen su crecimiento muscular. Es más, frunce el ceño con notoriedad de disgusto mientras me explica que ese tipo de drogas eran comunes cuando competía. La verdad, no le creo y debe ser porque lograr músculos tan desarrollados como los que me muestra en sus fotografías deben ser muy difíciles sin algún estimulante. Él dice que ahora todo es diferente.
Ya con 24 años y un trofeo encima, Lucho decidió trazarse una meta mayor. Ahora su objetivo era ganar el “Mister Perú”, una de las competencias de fisicoculturismo más reconocidas del país. “Empecé a leer y a entrenar duramente, cada vez quería aprender más. La economía no ayudaba, sin embargo trataba de comer cinco veces al día”, relata Calderón. Un año después llego la competencia, y luego de una peleada final Lucho quedo en segundo lugar. No era necesario ser el primero para sentirse campeón, para él el segundo lugar era suficiente. Él ya se sentía campeón. La plática continúa…
Sus ojos se humedecen y su voz se cuartea. Lucho me cuenta que luego de casi 15 años de entrenamiento y variedad de torneos ganados sus músculos lo traicionaron. Como deportista, el campeón también tuvo lesiones. Primero, se rompió el tendón del bíceps derecho. La falta de dinero hizo que fuera casi imposible su recuperación, sin embargo Lucho no quiso abandonar su pasión y continuó entrenando con el riesgo de complicar la lesión. Tiempo después su cuerpo en forma de protesta a su esfuerzo lo volvió a delatar. Esta vez fue un desgarro en el mismo brazo que lo inhabilitó para siempre de los fierros.
Ya sin opciones. Lucho decidió que lo mejor era aceptar su derrota y empezó a trabajar en una fábrica de calzado. Sin embargo, aún mantenía algún contacto con el deporte que tanto amaba. Consiguió un segundo empleo en un taller de máquinas de gimnasio. Como campeón conocía el tema y ayudo durante años producir herramientas que desarrollen los músculos de los demás.
Un día, Lucho decidió que era hora de volver a entrenar. No de manera profesional, pero sí como aficionado en casa. Como era de esperarse, compró distintas máquinas en el lugar donde trabajaba. Primero, adquirió una máquina para desarrollar los bíceps y luego una barra con discos para hacer sentadillas. La idea era formar un mini gimnasio en su casa, donde él volviera a sentirse campeón.
Ya con los equipos necesarios para entrenar, recibió la invitación de una señora de su calle en Chorrillos, distrito donde se mudó luego de haber ganado el “Míster Hércules”. El motivo de la conversación eran los negocios. La señora buscaba invertir su dinero en un gimnasio que fuera administrado por Lucho, además él tendría que administrar el local e instruir a los asistentes. Gustosamente aceptó.
Pasaron dos años y el negocio no generó los ingresos que la inversionista esperó recibir. Lucho tuvo que dejar el negocio y dedicarse nuevamente a otros trabajos. Sin embargo, nunca perdió la esperanza de abrir su propio gimnasio donde él pudiera construir un centro de tributo al cuerpo. Un lugar donde sus fotografías posando en calzoncillos adorne el lugar y que la música de los 80 acompañe la rutina de los asistentes.
Hace siete años ese sueño se hizo realidad. Con un préstamo otorgado por una entidad bancaria Lucho logró adquirir las máquinas necesarias para poner su propio gimnasio. Hoy, cuenta con 35 máquinas para los distintos ejercicios y variados músculos. Además de tener un agregado negocio de venta de proteínas y carbohidratos. Un sueño que genera en él una sonrisa y tapa la melancolía de la reciente muerte de su madre. Hoy, nuestro campeón está de luto.
luchito del peru, buena con el reportaje
ResponderEliminarY la dirección???? Como llego lo más importante donde esta
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